Llevo una cámara compacta de dos
megapíxeles (sí, calidad profesional) que además, para más inri y para gritar
aún más alto que es una cámara de juguete, es verde manzana.
Pero no me importa nada porque estoy en
la puerta del desfile de Armani y me creo Scott Schuman, al que acabo de ver
paseando a mi lado (¡qué bajito es, por cierto!) y casi me da un patatús porque
se ha quedado mirándome no, no me ha hecho foto, seguramente porque no habrá
mirado del todo bien.
El caso es que tampoco puedo darle
muchas vueltas al asunto porque a escasos metros de mí Giorgio está enseñando
al mundo sus propuestas. Cerca de mi camarita verde manzana, pero detrás de
varios muros que no puedo cruzar porque no tengo invitación. Y qué más da, si
estoy aquí. Y allí acaba de pasar Suzy Menkes, y por allí Anna Wintour y más al
fondo Carine Roitfeld junto a Emmanuelle Alt (porque la primera todavía dirige
Vogue Paris y aún se hablan).
Y el corazón se me sale de la emoción
al ser testigo de todo.

De esto han pasado seis años. Nada más.
Y nada menos. Y aunque he regresado muchas veces desde entonces a mi ciudad
preferida, nunca había vuelto a coincidir con su semana de la moda. No desde
que vivía aquí y era una estudiante que fantaseaba con ver algún desfile,
aunque fuera por un agujerito.
Pero como decía, todo ha cambiado mucho
en solo seis años. No solo porque ahora venga con invitación, a los desfiles y
a ese club privado al que entonces solo aspiraba. O porque tenga a una maquilladora
montando su set en mi habitación de hotel para ponerme guapa para la fiesta deesta noche (¡¡¡¿a mí?!!!). Más allá de mí misma y de que todo esto se me pueda
subir a la cabeza (¿¿¡os he dicho que tengo a una maquilladora solo para
mí!??), todo el fashion business se ha sacudido y se ha puesto del revés en
este poco tiempo en el que yo pasé de curiosa observadora a pequeña parte del
equipo.

La revolución se siente en pequeños y
grandes detalles. Por ejemplo, si hace seis años tu escalón en el graderío
equivalía a tu puesto en la industria, ahora eso ya no es ciencia exacta. Ahora
la importancia se mide en clics: ya sean clics en forma de flashazos o de
followers y me gustas. Sigue siendo una cuestión de influencia, pero la que
ahora nos ocupa es la digital. Y si no que se le pregunten a Chiara Ferragni,
que de blogger ha pasado a autodenominarse digital influencer, de ser el último
mono a la celebrity más buscada por obra y gracia de sus más de tres millones
de seguidores en Instagram.
Porque lo único que cuenta es influir y
en esta tarea las revistas han perdido su maestría y monopolio. Así que las
editors más avispadas se han dado cuenta que toca renovarse o morir, enseñanza
que se saben al dedillo porque siempre la han predicado desde las páginas de
las que eran dueñas y señoras. Ahora también buscan esa influencia digital de
la que hace años renegaban y se lanzan a crear sus propias marcas (de sí
mismas) que, si bien logradas, a la larga les serán mucho más rentables.

Por todo ello, en esta jungla
darwiniana, el instinto por sobrevivir se traduce en una lucha por figurar y
por dejar constancia de cada paso recorrido. ¿De qué sirve estar si nadie lo ve
a través de una pantalla?
Tan antiguo como la vida misma: la
evolución de la especie y el ‘solo los que se adaptan sobreviven’, que decía
Darwin, que aquí se ejemplifica en un más es más y en un abanico de colores y
mezclas en el que las estridencias no están fuera de lugar. Tampoco el
pasearse de arriba abajo por la manzana hasta que ese fotógrafo despistado
(¿¡pero qué se cree!?) termine de fijarse en la mujer en sandalias. Todo sirve
si se trata de resistir y salir en la foto. Porque una imagen capturada por alguno de los freelance de las grandes agencias puede significar que tu cara (y tu modelito de marca X e Y) acabe en una revista de Thailandia o en una web de Texas. Y eso se traduce en influencia... y en consecuencia, en colaboraciones con firmas y sucuentos ingresos.
Todo vale. También comportamientos que a cualquier
mortal ajeno al ecosistema le parezcan una locura, como el bajarse del coche a
una distancia prudencial que permita un paseíllo suficientemente cautivador
para atraer a los fotógrafos.
Aunque ojo, que para todo hay unos
códigos y unos usos a seguir: uno tampoco puede quedarse demasiado lejos, ¡no
vaya a ser que alguien piense que se llega desde la parada del bus! Y es que
aquí el uniforme oficial no son las sandalias de Aquazzura o las Stan Smith,
no. Lo que más se lleva en la semana de la moda son los Mercedes negros de
cristales tintados que bloquean la ciudad y transportan fashion editors de
desfile en desfile. Son imprescindibles y muy comunes. No tanto los taxis, que
desaparecen y se convierten en un bien de lujo. Aunque coches de cristales
tintados tampoco hay suficientes (hay demasiada editor suelta) y como suelen
hacer falta más hay que traerlos cada seis meses desde Suiza, que allí tienen superávit.

Cuando en cualquier calle se empiezan a
juntar varios de estos vehículos sabes que hay una cita con la moda. Y lo más
emocionante es que puede suceder en los rincones más insospechados de la ciudad: de
Corso Buenos Aires a Porta Nuova, del Naviglio a la Via della Spiga. Porque
Milán vive la moda en cada rincón. Insiders o simple observadores, todos se
apuntan a ese más es más y a una bendita ostentosidad que celebra la pasión por
la industria textil. No hay pudor y tampoco falsa modestia; aquí nadie se ofende si se le pregunta ‘simplemente’ por lo que lleva, porque todos saben que
esos trapitos mueven el país.
Se celebra la moda. Y punto. Y a mí esta
emoción me reconcilia y me recuerda lo mucho que me gusta lo que hago, este
trabajo que me permite estar cerca de un mundo que hace solo seis años veía
desde la barrera. Qué lujo ser testigo, desde un lado y desde otro...
8 comentarios:
Como ha cambiado todo y cuánto hemos cambiado los que estábamos entonces. Qué bonito y qué verdadero tu post, Patri.
Este post es auténtico, como tu
Que gran experiencia! y que bella estas! besos de Los Arys :D
Hermosas fotos y que gran experiencia, muy buen post, saludos desde Uruguay
Muy interesante el Blog, y excelente las forografías. Hay que plasmar el arte, esté donde esté. Saludos
Excelente tu crónica de la Fashion Week italiana.
Estás radiante!
Muacksss
http://awriter.org/ultiuscom/
Bonjour et merci pour votre contribution,, puis-je vous soumettre une question : me permettez-vous de faire un lien par mail vers cet article ? Merci pour tout.
thanks for your sharing, I appreciate this. keep up the good work
Hermosa foto. Gracias.
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